Puertas de Winterfell

Norak ya estaba cansado por el largo que habíamos hecho desde las tierras de este. Hacía tiempo que me había marchado del norte y ya lo echaba de menos, aunque dudaba de la acogida que pudiera tener por allí. Después de todo lo que pasó con mi familia nunca más se ha sabido de mí, ni de ningún otro. Tal vez estén dolidos.

Desmonté de mi caballo y agarré las bridas mientras atravesaba las puertas de Winterfell. Todo aquello parecía que había cambiado tanto desde la última vez, pero a la vez parecía mantenerse igual. Lo que hacían las tierras del norte. Me dije a mí misma mientras que acariciaba a mi caballo con cariño y quitaba la espada del caballo para colgármela yo. Así estaba mejor. Me dí un par de palmadas sobre la espada y avancé un poco. No había demasiada gente por allí, como siempre. El frío solía mantener a la gente en sus casas cuando el sol comenzaba a caer en el horizonte. Suspiré.

- ¿Dónde estaban las caballerizas? - me pregunté mientras miraba a mi alrededor en busca de un lugar donde dejar a Norak descansar.

La nieve crujía bajo mis pies. Odiaba cuando pasaba eso, estaba acostumbrada a ser silenciosa, apenas audible, y aquello era toda una contradicción. Tendría que volver a aprender a caminar sin hacer apenas ruido por la nieve.